domingo, 22 de diciembre de 2019

Bolaño sobre los intelectuales en México en "2666"

En la segunda parte de la novela de 2666, "La parte de Amalfitano", se encuentra el siguiente pasaje pronunciado por el profesor chileno Óscar Amalfitano (que trabaja en la universidad de Santa Teresa), al momento de informar sobre México a los críticos europeos que buscan al escritor Benno von Archimboldi.


"La relación con el poder de los intelectuales mexicanos viene de lejos. No digo que todos sean así. Hay excepciones notables. Tampoco digo que los que se entregan lo hagan de mala fe. Ni siquiera que esa entrega sea una entrega en toda regla. Digamos que sólo es un empleo. Pero un empleo con el Estado. En Europa los intelectuales trabajan en editoriales o en la prensa o los mantienen sus mujeres o sus padres tienen buena posición y les dan una mensualidad o son obreros y delincuentes y viven honestamente de sus trabajos.

En México, y puede que el ejemplo sea extensible a toda Latinoamérica, salvo Argentina, los intelectuales trabajan para el Estado. Esto era así con el PRI y sigue siendo así con el PAN. El intelectual, por su parte, puede ser un fervoroso defensor del Estado o un crítico del Estado. Al Estado no le importa. El Estado lo alimenta y lo observa en silencio. Con su enorme cohorte de escritores más bien inútiles, el Estado hace algo. ¿Qué? Exorciza demonios; cambia o al menos intenta influir en el tiempo mexicano. Añade capas de cal a un hoyo que nadie sabe si existe o no existe.

Por supuesto, esto no siempre es así. Un intelectual puede trabajar en la universidad o, mejor, irse a trabajar a una universidad norteamericana, cuyos departamentos de literatura son tan malos como los de las universidades mexicanas. Pero esto no lo pone a salvo de recibir una llamada telefónica a altas horas de la noche y que alguien que habla en nombre del Estado le ofrezca un empleo mejor remunerado, algo que el intelectual cree que se merece, y los intelectuales siempre creen que se merecen algo más. Esta mecánica, de alguna manera, desoreja a los intelectuales mexicanos. Los vuelve locos. Algunos, por ejemplo, se ponen a traducir poesía japonesa sin saber japonés y otros, ya de plano, se dedican a la bebida. En ocasiones los intelectuales se instalan para siempre en el proscenio televisivo. De la boca de la mina siguen saliendo ruidos y los intelectuales los siguen malinterpretando."

domingo, 15 de diciembre de 2019

Foto: Roberto Bolaño con los hermanos Montané

“Escribe para que nunca te mueras”, le dijo Bolaño a Bruno Montané, uno de sus más grandes amigos y quien aparece en Los Detectives Salvajes como Felipe Müller. Por acá una foto de Roberto Bolaño con Álvaro y Bruno Montané.


domingo, 8 de diciembre de 2019

Foto: Infrarrealistas en 1975

A continuación una fotografía de algunos de los infrarrealistas y entre paréntesis el nombre de su personaje en la novela de Los Detectives Salvajes.

De izquierda a derecha: Macario Matus, Roberto Bolaño (Arturo Belano), Mario Santiago Papasquiaro (Ulises Lima), Orlando Guillén (El Cojo), Alcira Soust Scaffo (Auxilio Lacouture), Julián Gómez y Bruno Montané (Felipe Müller).

Casa del Lago, Chapultepec, Ciudad de México, 1975.


domingo, 1 de diciembre de 2019

Artículo: 2666 la mejor novela del siglo XXI según Babelia

Hace un par de días Babelia publicó una lista con los mejores 21 libros del siglo XXI. Elegida por 84 expertos que se encargaron de evaluar los títulos más relevantes de las dos primeras décadas del actual milenio. En el número 1 se encuentra 2666 de Roberto Bolaño. Así comienza el artículo, que acá encuentran de forma íntegra, y añado lo que se dice sobre la obra.

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"Hacer listas", escribe Alberto Manguel en su Diario de lecturas, “da lugar a cierta arbitrariedad mágica, como si la simple asociación pudiera crear sentido”. Pues bien, ¿qué sentido se puede encontrar en una lista que trata de hacer balance de las dos primeras décadas del siglo XXI? Empecemos por el principio. El martes 11 de septiembre de 2001, dos aviones de pasajeros secuestrados por terroristas suicidas derribaron las Torres Gemelas de Nueva York, mataron a casi 3.000 personas y cambiaron el mundo para siempre. De paso, mandaron al trastero de las hipótesis la teoría hegeliana del fin de la historia reciclada por Francis Fukuyama tras la caída del muro de Berlín y zanjaron la discusión sobre si el siglo XXI empezaba en el año 2000 o en 2001. La guerra de las galaxias se quedó en choque de civilizaciones. Los ordenadores pasaron la prueba del efecto 2000, pero sus usuarios —la nueva gran palabra— entraron en la era del miedo, la inseguridad, la precariedad, la intimidad (pública) y la realidad (virtual).

El futuro había llegado tan pronto en forma de metralla que los cines se llenaron de remakes; las librerías, de cánones, recuentos y resúmenes y listas de lo muy muy y lo más más (que había que ver, leer y escuchar… antes de morir). También de relatos con un fondo de historia universal y libros de no ficción o de autoficción que dan tanto valor a la trama como a su making-of. Incapaz de imitar a una realidad presente que parecía de novela, la literatura se volcó en el pasado, en la memoria (histórica y a secas), en las investigaciones periodísticas, en la primera persona y en la propia literatura, que se volvió metatodo.

De ahí el triunfo absoluto de 2666, un libro total compuesto de cinco partes y publicado en otoño de 2004, al año siguiente de la muerte de su autor. Desde Borges —retratado minuciosamente por Adolfo Bioy Casares en un diario ya ineludible—, ningún escritor ha influido tanto como Roberto Bolaño en las nuevas generaciones.