Esta semana falleció a sus 89 años el crítico literario Harlod Bloom, uno de los más influyentes (para bien y para mal) a nivel mundial. Vale la pena rescatar sus palabras sobre Bolaño en una "reciente" entrevista al diario español El País para conocer sus impresiones respecto a la obra del escritor y poeta de origen chileno. En ese sentido, también incluyo un artículo de este en el que se refiere al crítico literario.
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De Valerie Miles, "Todos los días recibo correos con el mismo lamento: Leemos basura", entrevista a Harold Bloom, en El País, 9 de diciembre de 2014.
“No me parece que en la literatura contemporánea, ya sea en inglés, en Estados Unidos, en español, catalán, francés, italiano, en las lenguas eslavas, haya nada radicalmente nuevo. No hay grandes poetas como Paul Valéry, Georg Trakl, Giuseppe Ungaretti y mi predilecto entre los españoles, Luis Cernuda, o novelistas como Marcel Proust, James Joyce, Franz Kafka y Beckett, el último de la gran estirpe. Borges era fascinante, pero no un creador”.
¿Y qué piensa de la obra de Bolaño, con el que mantuvo correspondencia?
“Hay algo ahí, ya veremos. Tuvimos nuestras diferencias, aunque dijo que ejercí influencia sobre él. Algunos de los poetas sudamericanos son muy vigorosos, ése que es incluso mayor que yo, Nicanor Parra. Y Vallejo es un poeta notable. Y, por supuesto, Octavio Paz, un escritor muy vigoroso tanto en prosa como en verso, y un amigo muy querido”.
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De Roberto Bolaño, "El libro que sobrevive", en Entre paréntesis, miércoles 30 de mayo de 2001.
Bloom sostiene que el continuador por excelencia de la poesía de Whitman es Pablo Neruda. A juicio de Bloom, sin embargo, el esfuerzo de Neruda por mantener el flujo vivo del árbol whitmaniano acaba en un fracaso. Creo que Bloom está errado, como en tantas otras cosas, así como en tantas otras es probablemente el mejor ensayista literario de nuestro continente. Es cierto que todos los poetas americanos, para bien o para mal, tarde o temprano tienen que enfrentarse a Whitman. Neruda lo hace, siempre, como el hijo obediente. Vallejo lo hace como el hijo desobediente o como el hijo pródigo. Borges, y aquí radica su originalidad y su pulso que jamás tiembla, lo hace como un sobrino, ni siquiera muy cercano, un sobrino cuya curiosidad oscila entre la frialdad del entomólogo y el resignado ardor del amante. Nada más lejos de él que la búsqueda del asombro o la admiración. Nadie más indiferente que él ante las amplias masas en marcha de América, aunque en alguna parte de su obra dejó escrito que las cosas que le ocurren a un hombre le ocurren a todos.